No Oyes Ladrar a Los Perros
El cuento de "No oyes ladrar a los perros" de Juan Rulfo narra la historia de un padre, sin nombre, que lleva a su hijo, Ignacio, herido a un pueblo llamado Tonaya. A medida que avanzan, el padre le pide a Ignacio que escuche si oye ladridos de perros para saber si están cerca. Ignacio responde que no oye nada y se siente cansado. A pesar de sus dificultades, el padre sigue cargando a su hijo, recordando momentos difíciles de su relación y expresando resentimiento hacia él. El padre se esfuerza por llegar a Tonaya para obtener ayuda médica para su hijo y menciona que lo hace por el amor que su difunta madre tenía por él. A medida que continúan, Ignacio llora y el padre llega exhausto al pueblo, soltando el cuerpo de su hijo. Finalmente, escucha los ladridos de los perros y se pregunta por qué Ignacio no los había oído antes.
Al ver brillar los tejados que reflejaban la luz de la luna a lo lejos, se empezó a percatar de que venía escuchando los ladridos de los perros de Tonaya hace ya un tiempo, pero no los había podido identificar debido al fuerte agarre que tenía Ignacio sobre su cuello, cerca de sus oídos, todo eso, más el cansancio que tenía acumulado, le impedía poder escuchar algo. Pero al darse cuenta de que Ignacio había elegido no decirle que los escuchaba voluntariamente, el enojo empezó a consumirlo, era tanto el enojo que le provocaban las reiteradas desobediencias, las faltas de respeto, las malas decisiones, los crímenes, las faltas de cariño, el asesinato de un ser querido, y, sobre todo, el amor no correspondido, que no lo pudo controlar. Dejó caer al Ignacio mal herido sobre el camino como si fuera un saco de papas, Ignacio, confundido con la situación, lo mira con ojos serios y penetrantes, demostrando en lo que la vida de crimen lo ha convertido, una persona dura que no se vio afectada ante tal agresión proveniente de su padre. Su padre al ver esta mirada decide no golpearlo más, ya que piensa, que la persona que había criado y cargado durante las ultimas horas, no era más hijo suyo y que no valía la pena concentrar su rabia en un simple criminal.
- No importa cuanto me mires con tus ojos serios, no me afectan las miradas de los desconocidos.
- Sabes bien que me tienes que llevar con el doctor. Se lo prometiste a mamá.
- Solo le trajiste sufrimiento a tu madre, no te mereces el perdón mío o el de ella. Así que no trates de salvarte solo porque crees que no soy capaz de no cumplir una promesa.
Las palabras de su padre le empezaban a afectar.
- Soy tu hijo, por favor.
- No eres mi hijo, no eres nadie.
Habiendo ignorado la promesa que le había hecho a su mujer, decidió dejar a Ignacio tirado y desangrándose en el camino, y avanza solo, hacia adelante, sin rumbo.
Análisis:
No oyes ladrar a los perros: análisis de texto
El cuento "No oyes ladrar a los perros" presenta varios elementos fascinantes y dignos de atención.
Primero, el estilo de escritura de Rulfo destaca por su concisión y el uso de palabras precisas. Mediante diálogos breves y frases simples, el autor logra transmitir emociones intensas y mantener una tensión constante en la historia. Esta técnica contribuye a crear un ambiente cargado de desesperación y tragedia.
Segundo, la relación entre el padre y el hijo es uno de los aspectos más conmovedores del cuento. El padre carga a su hijo herido en la espalda, luchando por llegar a un pueblo en busca de ayuda médica. A medida que avanzan, se revela un trasfondo de resentimiento y desilusión por parte del padre hacia su hijo. Sin embargo, a pesar de estas tensiones, el padre cumple con su deber de cuidarlo y llevarlo a un lugar seguro. Esta dinámica compleja y conflictiva entre los personajes nos invita a reflexionar profundamente sobre el amor, la responsabilidad y los sacrificios familiares.
Además, se destaca el uso simbólico de la naturaleza y los elementos atmosféricos. La aparición de la luna, que ilumina la escena y contrasta con la oscuridad y el sufrimiento de los personajes, adquiere un significado poderoso. La luna se convierte en un símbolo de esperanza y guía en medio de la desolación y la confusión. Asimismo, las sombras en movimiento y el arroyo se utilizan para resaltar el agotamiento y el desafío físico que enfrentan los personajes.
En resumen, "No oyes ladrar a los perros" se destaca por su estilo de escritura conciso y emotivo, la relación compleja entre los personajes principales y el uso simbólico de la naturaleza. Estos elementos se combinan para crear una narración intensa y conmovedora que nos invita a reflexionar sobre temas universales como el amor, el sacrificio y la redención.

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