Este texto narra la historia de un chico común llamado Armando que tenía una peculiaridad: poseía otro yo. Mientras Armando era vulgar y corriente en todos los aspectos, su otro yo era poético, se enamoraba de las actrices, mentía con cautela y se emocionaba con los atardeceres. Esta dualidad hacía sentir incómodo a Armando frente a sus amigos. El otro yo de Armando era melancólico, lo cual impedía que Armando pudiera ser tan vulgar como él deseaba. Un día, Armando llegó cansado a casa, se quitó los zapatos, se relajó y se durmió con la radio encendida. Al despertar, se encontró con que su otro yo lloraba desconsoladamente. Inicialmente, Armando no supo cómo reaccionar, pero luego insultó severamente a su otro yo. Este no dijo nada, pero al día siguiente se había suicidado. La muerte de su otro yo fue un duro golpe para Armando, pero pronto pensó que ahora podría ser completamente vulgar, lo cual lo reconfortó. Después de solo cinco días de luto, Armando salió a la calle con la intenci...